20151202

"Caidas"





Al llegar el frio diciembre
os traigo, adivinanzas "picantes" de mi gente,
con  soluciones artisticas de siempre
mira de meterle el diente 
(No bromas)

Alza niña el cobertor
no me seas temerosa 
y prepara el agujero
que traigo tiesa la cosa.


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Maridito mio 
un hombre ha venido
me la ha metido 
sangre me ha hecho
pídele a Dios
que me haga provecho.

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Gorda la tengo 
mas la quisiera 
que entre las piernas
no me cogiera.
 


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Señoras y señoritas,
casadas y solteritas,
se las meten estiradas 
y las sacan arrugadas.


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Sácalo marido que lo quiero ver
¡ Ay ! que está muy feo
vuelvelo a meter





  • La lavativa, Eugenio Lucas Velázquez
  • Antes de la inyección, Norman Rockwell
  • La yegua, Rudolf Koller
  • Mujer poniendose las medias, Henri de Toulouse 
  • Paño con cesta y pan, Frutos Garcia

Las lavativas
Samaniego

Cierta joven soltera, / de quien un oficial era el amante,/ pensaba a cada instante / cómo con su galán dormir pudiera / porque una vieja tía / gozar de sus amores la impedía. /
Discurrió al fin meter la penitente / en su casa, y, fingiendo que la daba / un cólico bilioso de prente, / hizo a la vieja, que cegata estaba, que un colchón separase / y en diferente cama se acostase. /
Ella en la suya, en tanto, / tuvo con su oficial lindo recreo, / dándole al dengue tanto / que a media voz, en dulce regodeo,/ suspiraba y decía: / -¡Ay...! ¡Ay...!¡Cuanto me aprieta esta agonía! /
SamaniegoLa vieja cuidadosa, / que no estaba durmiendo, / los suspiros oyendo, / a su sobrina dijo cariñosa: /
- Si tienes convulsiones aflictivas. / niña, yo te echaré unas lavativas./
-No, tía -ella responde-, que me asustan. /
- Pues si son un remedio soberano. /
-¿Y qué, si no me gustan? /
-Con todo, te he de echar dos por mi mano /
Dijo, y en um momento levantada, / fue a cargar y a traer la arma vedada. / La mozuela, que estaba embebecida / cuando llegó este apuro, / gozando una fortísima embestida, / pensó un medio seguro / para que la función no se dejase / ni a su galán la tía allí encontrase; / montó en él ensartada, / tapándole su cuerpo y puesta en popa, / mientras la tía, de jeringa armada, / llegó a la cama, levantó la ropa / por un ladito y, como mejor pudo, / enfiló el ojo del rollizo escudo. /
En tanto que empujaba / el caldo con cuidado, / la sobrina gozosa respingaba / sobre el cañon de su galán armado, / y la vieja, notando el movimiento, / le dijo:
- ¿Ves como te dan contento / las lavativas, y que no te asustan? / ¡Apuesto a que te gustan! /
A lo cual la sobrina respondió: / -¡Ay! por un lado sí, por otro no.




Caidaspicantes/dic/2015



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